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Cómo empecé a disfrutar del deporte

8 Abr

Hola a todos! Hoy os traigo una novedad. Ya que La Cocina Verde, además de ser un blog que pretende promover el veganismo como forma de respeto a los animales, también intenta promocionar un estilo de vida saludable, he decidido crear una categoría dedicada a la práctica de ejercicio físico. A partir de ahora escribiré, de vez en cuando, sobre deporte. Como no quiero dar consejos a nadie (para eso ya están los profesionales de la Educación Física), me centraré en escribir sobre mi propia experiencia: los beneficios que el deporte me reporta, las rutinas que sigo, etc. Espero que los artículos os sean útiles :)

La verdad es que no siempre me ha gustado el deporte, ni mucho menos. Aunque casi siempre he estado apuntada a algún deporte (tenis, aeróbic, natación), iba a las clases por obligación y a regañadientes. En la etapa de la escuela primaria temía las horas de Gimnasia: me aburrían los deportes en equipo, no ponía interés en ningún ejercicio… Yo era la típica niña a la que elegían la última a la hora de hacer grupos, jeje. En el instituto, más o menos de lo mismo: tenía miedo del balón (y la verdad es que hoy en día los deportes de balón siguen sin hacerme mucha gracia) y no me gustaba correr. Sin embargo, en tercero de la ESO constaté que mi falta de aptitud para el deporte (si la había) no era algo genético o adquirido, sino un hecho puramente mental. Lo descubrí en una clase de Educación Física: durante todo el trimestre, dedicábamos parte de las lecciones a correr. El aumento del tiempo era progresivo: empezábamos por dos minutos, luego cuatro, luego seis… Sabíamos que el examen final consistía en una prueba de resistencia: teníamos que correr durante 40 minutos sin parar. Yo no resistí todo el tiempo en ninguna de las clases preparatorias: cuando debíamos aguantar dos minutos, me cansaba antes; cuando eran diez, igual… Y antes del examen no podía soportar los 38 (ni de lejos, vaya!). No obstante, sabía que tenía que aguantar los 40 para poder aprobar, así que el día del examen me mentalicé y decidí que iba a conseguirlo. Lo hice pero, a pesar de haber comprobado que una gran parte del éxito en el deporte depende de cómo nos mentalicemos, seguí pasando del ejercicio físico durante 2 ó 3 años más. 

Más tarde llegó un día en el que sencillamente decidí que tenía que incluir el deporte en mi vida si quería mantenerme sana. Fui un año a natación y mejoré un poco la técnica, luego estuve apuntada a un gimnasio en el que hacía un poco de todo (me gustaba, en especial, el spinning)… Lo que me movía a practicar deporte era, más que nada, el deseo de mantener un peso saludable. La salud en su totalidad o la diversión eran beneficios secundarios, pero no constituían mi motivación principal.

En septiembre de 2011 me fui a Lisboa para empezar mi Erasmus. Al llegar aún disponía de dos semanas sin clases, y dediqué parte del tiempo a buscar algún gimnasio o alguna piscina a la que apuntarme. Cuál fue mi decepción al comprobar que los 100€ que pagaba en Valencia por un año de gimnasio, en Lisboa sólo daban para 2 meses (3 como mucho). Cansada de buscar y no encontrar nada asequible, decidí empezar a correr.

Al principio, salir a correr se me antojaba lo más aburrido del mundo y lo hacía porque no me quedaba otra. Mi límite era media hora de marcha: con eso me sentía satisfecha y me libraba de la obligación de ese día. No es que me fastidiara salir a correr, pero tampoco disfrutaba haciéndolo. Así estuve hasta finales de año, más o menos.

Y a principios de 2012 se dio una serie de cambios relacionados entre sí que me hicieron aprender a disfrutar de correr. Son los siguientes:

  1. Me hice vegana a principios de enero. Ya había leído en algunos foros y blogs que al adoptar una dieta vegana muchas personas se sienten más enérgicas y rinden mejor en todos los ámbitos de su vida. A mí me sucedió esto en el deporte: noté cómo esos 30 minutos que corría antes se me quedaban cortos y el cuerpo me pedía más, así que fui dándole poco a poco más caña.
  2. Esa subida de tiempos me hizo ser consciente de que estaba mejorando, de que mi cuerpo iba adaptándose al ejercicio y podía dar más de sí. Comprobar que podía correr 50 minutos sin acabar exhausta me iba motivando.
  3. Esa motivación provocó que saliera más días a correr, y el entrenar más alimentaba mi resistencia y la motivación para correr.
  4. Al correr más días y durante más tiempo, llegó un momento en que me acostumbré a recibir esa dosis diaria de endorfinas. Ahora noto cuándo mi cuerpo quiere correr. Y con esto viene lo más importante de todo:
  5. Correr no es ya solamente un medio para mantenerme sana y con un peso saludable, sino que es un fin en sí mismo. Corro porque me gusta correr, porque disfruto haciéndolo. Nada que ver con las motivaciones que me movían antes a practicar ejercicio físico: la balanza se ha equilibrado.

Para mí es esencial este último punto: practicar deporte no sólo como un medio, sino como un fin en sí mismo. Los beneficios que obtenemos practicando deporte son muchos e innumerables, y todos sabemos muchos: aumento de la resistencia y de la agilidad, mejora de los sistemas respiratorio y cardiovascular, mejora del estado anímico por la liberación de endorfinas, mantenimiento de un peso saludable… Sin embargo, creo que nunca disfrutaremos plenamente del deporte si, además de tener en cuenta esos puntos, no lo contemplamos como algo divertido, un espacio de tiempo que nos regalamos, una oportunidad para mejorar y superarnos a nosotros mismos.

Esto último ha sido muy importante en mi caso: el marcarme retos a la hora de correr y el buscar aspectos en los que puedo mejorar me ha motivado muchísimo. Decir: bien, ahora que ya aguanto corriendo bastante más de una hora, voy a centrarme en ganar velocidad. Opino que mantener una actitud de autosuperación es esencial para cualquier aspecto de la vida, y fundamental en el deporte. También está siendo clave para mí tener en el punto de mira algunas carreras populares (¡será porque no hay!) a las que me puedo presentar, y prepararme para ellas.

Así que os animo a todos a buscar un deporte que os guste y os motive (no tiene por qué ser así desde el principio: muchas veces se tarda en cogerle el gustillo…) y a practicarlo regularmente. Veréis como lo notáis a todos los niveles, y cómo poco a poco os va enganchando. Y si va acompañado de una feliz y sana comida vegana… ¡pues mejor que mejor! :)

Espero que os guste esta sección y los artículos que vaya escribiendo en ella!